10 cosas que el cerebro de tus hijos hace mejor que el tuyo. Toma nota y aprende de ellos

Tendemos a pensar que un cerebro más desarrollado hace las cosas mejor, pero en algunos casos un cerebro más evolucionado supone también algunas desventajas. En realidad, a medida que desarrollamos nuestras habilidades intelectuales, desarrollamos también ideas preconcebidas y perdemos el contacto con nuestra parte más instintiva y emocional. Para muchos padres encontrarse con sus hijos y sintonizar con sus necesidades, emociones y sentimientos es una oportunidad para volver a conectar con su propio niño interior.

En este post te quiero invitar a que te fijes en tus hijos y sintonices con tus propias necesidades. Pensar y sentir como lo hacen ellos te hará ser un poquito más feliz. ¡No lo dudes! ¡Aquí tienes 10 cosas que el cerebro de tus hijos hace mejor que el tuyo!

1. Estirarse por la mañana

Seguro que lo has pensado más de una vez cuando les despiertas por la mañana. Los niños, cuanto más pequeños más se estiran cada mañana para poner su cuerpo a tono para la jornada. Un ejercicio muy saludable que, de alguna manera, la mayoría de las personas pierden cuando nos hacemos adultos.

Sencillamente tenemos mucha prisa o muchas cosas en la cabeza que silencian ese instinto natural. Es una pena, pero nada te impide volver a hacerlo. Intenta recordarlo, al menos, mañana por la mañana cuando te despiertes.

2. Vivir el presente

Los niños no se preocupan por las facturas, las próximas vacaciones o por lo que vamos  a comer al día siguiente. Simplemente viven el momento y sienten cada instante con plenitud. La parte frontal de su cerebro no está desarrollada y eso les permite vivir en el ahora, sin anticipar el futuro.

Muchos adultos se dan cuenta de la importancia de vivir el presente y se apuntan a cursos de mindfulness o meditación para conectar con su niño interior. Un truco mucho más sencillo es ponerte a jugar con tus hijos para sentir el mundo desde su perspectiva.

3. Hacer nuevos amigos

Uno de los aspectos más tristes de hacerse mayor es la dificultad para hacer nuevos amigos. La mayoría de las personas adultas tiene su grupo de amigos y les suele costar hacer amigos nuevos. A un niño le sobran minutos en el arenero o en la cola del tobogán. Su mente está abierta a las novedades y vacía de prejuicios por lo que conectar con otros es realmente sencillo para ellos.

Afortunadamente la p/maternidad hace que los que tenemos niños pequeños también tengamos muchas nuevas oportunidades de hacer amigos entre las familias con las que compartimos colegio y parque. Yo personalmente me he encontrado con amigos maravillosos en los últimos años.

4. Olvidar ofensas

Los niños no son especialmente buenos a la hora de pedir perdón, aunque con un poco de ayuda suelen aprenderlo, Sin embargo, olvidar una ofensa es uno de los grandes puntos fuertes de la niñez. En un segundo un niño puede estar robando el bien más preciado a otro niño o dándole un buen tirón de pelo (provocando el llanto desconsolado) y dos segundos más tarde esos mismos niños pueden estar jugando como si nada hubiera pasado.

A los adultos, por desgracia nos cuesta mucho más perdonar y olvidar las ofensas recibidas y muchas veces nos llevamos el rencor a la tumba. Prueba a ser más como un niño, olvida aquella vez que se pudieron equivocar contigo y pon en valor todas las veces que acertaron.

5. Decir no sin sentir culpa

Me maravilla ver la naturalidad con la que mis hijos dicen “no” ante muchas de mis preguntas. No tienen conciencia de las normas sociales (afortunados ellos) y por lo tanto son capaces de decir “no”, sin excusas, explicaciones, dudas, remordimientos o culpa. ¡Quién pudiera decir simplemente “no”, cada vez que sintiera que no le apetece hacer algo!

Yo creo que es posible, si lo dices con tranquilidad y una sonrisa reflejando con sinceridad y amor por tí mismo lo que realmente siente tu corazón. Además ser capaz de decir “No” a los niños de una manera natural es una de las 7 claves para poner límites sin dramas y ayudar a tus hijos a respetar unas pocas normas de sentido común.

6. Saber cuando está llenos

El cerebro del niño le indica a la perfección cuando está lleno. Eso le permite comer la cantidad justa que necesita y mantener las calorías en su término justo.

Sin embargo, los adultos hemos perdido o llevado al extremo la noción de saciedad porque fuimos educados en la cultura del “acábatelo todo”. No lo fuerces a comérselo todo y valora y escucha su sensación de saciedad.

7. Imaginar e inventar

La imaginación de los niños tiene vida propia. Tanto es así, que los estudios indican que la imaginación de un niño es hasta 50 veces superior a la del adulto.

Desgraciadamente a medida que nos hacemos mayores esta capacidad va disminuyendo y para el momento en el que muchas personas llegan a ser padres o madres la creatividad brilla por su ausencia.

8. Ilusionarse

Los niños juegan, se asombran y viven la vida con ilusión. A los adultos nos cuesta mucho más asombrarnos, jugar e ilusionarnos con las pequeñas cosas. Es una pena porque el juego y la capacidad de asombrarse son aspectos del carácter muy relacionados con la felicidad. La ilusión también puede ayudarnos a tener una vida más larga y positiva. Un curioso estudio realizado a principios de los 90 encontró que las personas jubiladas que referían mantener ilusiones en la vida vivieron de media 6 años más que aquellas que refirieron no tener ilusiones.

Por eso desde hace años uno de mis lemas es “aprende dos cosas nuevas al año” porque estoy convencido de que aprender cosas nuevas todos los años es una gran manera de mantener la motivación y la ilusión toda la vida. Búscate una ilusión. Tu salud y tu estado de ánimo lo agradecerán.

9. Reír y llorar

A todos los adultos nos sorprende la facilidad con la que los niños rien y lloran e incluso la facilidad con la que pasan de un estado emocional a otro. Esto ocurre porque distintas estructuras de su cerebro que se encargan de controlar las emociones todavía no están desarrolladas. Como psicoterapeuta te puedo asegurar que a los adultos nos vendría muy bien ser más capaces de expresar con la risa y el llanto todo tipo de emociones. Son mecanismos naturales que nos permiten desahogarnos y restablecer el equilibrio emocional.

Por desgracia muchos adultos tienen estas respuestas prácticamente suprimidas, por lo que les cuesta enormemente descargar las emociones (especialmente la pena) llegando a desembocar en ansiedad, estrés e incluso depresión. Por eso los padres que aprenden estrategias de inteligencia emocional no dicen a sus hijos eso de “No llores”, sino que les abrazan y escuchan con atención cuando lo necesitan. Aprende un poquito de ellos y no tengas miedo de soltar unas lágrimas cuando lo necesites.

10. Abrazar

Qué poco les cuesta a los niños dar un abrazo. Te abrazan cuando les sacas de la cama y cuando les metes en ella. Te abrazan cuando llegas a casa. Te abrazan cuando tienen miedo y cuando quieren jugar contigo. El abrazo de un niño es largo, suave, sincero y sin palmaditas en la espalda (las palmaditas suelen querer decir que nos queremos desabrazar).

Los estudios indican entre otros muchos beneficios psicológicos que los abrazos aportan seguridad, relajan los músculos, generan oxitocina (hormona del vínculo), activan el sistema inmunológico, y generan serotonina (la hormona del bienestar) si son suficientemente largos. Seguro que si todos nos abrazaramos más con nuestras parejas nos sentiríamos más unidos y felices en nuestra relación.

Por Álvaro Bilbao. Autor de El cerebro del niño explicado a los padres.

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